Cuántas veces me has contado que sí, se podía desmotar el bulón de una cadena en el campo sin necesidad de una prensa. Tan solo hacía falta una maza grande, darle fuerte y con determinación….
Así has vivido, dando fuerte y con toda determinación, a las situaciones que la vida te ha planteado. Desde la dolorosa pérdida de un hijo, a la de dar un giro de 180º a tu vida y a la de los tuyos, y situarte detrás del mostrador, para crear un proyecto, una profesión, una ilusión que me contagiaste y me inculcaste. Desde ese primer mostrador y sin ninguna experiencia ni trayectoria comercial, y solo dando golpes con la porra con que le golpeabas a la vida, hiciste un nombre; te hiciste un hueco en el mundo del recambio, derrochando simpatía y generosidad con clientes y proveedores, que te permitieron abrir puertas de par en par.
Aprendí de ti, los conceptos de servicio, de honradez, de profesionalidad hasta el extremo. De ponerte siempre en la piel del cliente, de adelantarte siempre a su necesidad. ¿Y por qué? Porque ya habías desmontado muchos bulones a muchas cadenas en el campo, solo con la ayuda de una porra de 12 kilos con la que golpeabas con fuerza y determinación.
El objetivo no era vender la pieza; era encontrar la solución adecuada. La recompensa era el cliente satisfecho. Eso te ha generado unas amistades y vínculos tan fuertes que, cuando he llamado a varios de tus clientes para decirles que te habías marchado, muchos de esos clientes han llorado; he visto llorar a hombres de edades a las cuales casi no quedan lágrimas. Pero tus clientes, tus amigos, han llorado y lloran por ti, por tu humanidad, por tu generosidad, por tu entrega.
Has muerto tal y como has vivido; le has dado a la vida un solo golpe firme y definitivo, con esa porra de 12 kilos de la que tan orgulloso estabas. Con valentía has afrontado tu enfermedad, con dignidad has tomado tus decisiones y has decidido coger el mango con las dos manos, has levantado la porra y como siempre, le has pegado a la vida con toda tu fuerza y determinación, y te has ido.
Desde donde estés, ayúdame a levantar esa porra de 12 kilos y a golpear en la vida, al menos con la mitad de fuerza con la que tú golpeabas.
Nunca pensé que te echaría tanto de menos.
Descansa en Paz papá.